lunes, 5 de mayo de 2008

En Cartelera: Bibliotecas

"Una biblioteca pública no es sólo un lugar para el conocimiento y el disfrute de los libros: también es uno de los espacios cardinales de la ciudadanía. Es en la biblioteca pública donde el libro manifiesta con plenitud su capacidad de multiplicarse en tantas voces como lectores tengan sus páginas; donde se ve más claro que escribir y leer, dos actos solitarios, lo incluyen a uno sin embargo en una fraternidad que se basa en lo más verdadero y lo más íntimo que hay en cada uno de nosotros y que no tiene límites en el espacio ni en el tiempo."

Así comienza el artículo de Antonio Muñoz Molina "De una biblioteca a otra" publicado en el suplemento Babelia, un alegato a favor de las bibliotecas públicas.


“Aquel que prohibe la lectura de libros de filosofía a quien tiene talento para ello, por juzgar que ciertos hombres han caído en el error después de haberlos leído, es a nuestro parecer como alguien que prohibiría a un sediento beber agua fresca, obligándolo a morir de sed, bajo pretexto de que hay hombres que se han muerto ahogados.” (Averroes, Tratado sobre la religión y la filosofía.)

Y con esta cita comienza Alberto Manguel el artículo "La biblioteca de Julien Sorel" que publica en Hoja por Hoja, también dedicado a las bibliotecas. No puedo resistir a la tentación de reproducir íntegramente su último párrafo:

"Al fin y al cabo, la tarea de todo maestro, de todo padre, de todo ciudadano adulto es guiar al joven no sólo a través de la realidad física del mundo en el que nos encontramos (mundo que deberá explorar por sí mismo), sino hacia aquello que se halla extramuros, cruzando las fronteras protectoras, allí donde reside lo prohibido, lo recóndito, lo que la sociedad ha excluido y que también forma parte de su definición, de la misma manera en que la cara oculta de la luna forma parte de la luna. Para equiparlo para ese difícil viaje, debemos alentarlo a ser distinto: a que no tema ser acusado de no plegarse al rebaño, a que piense por sí mismo, a que se oponga a nosotros, sus caducos mayores. Debemos alentarlo a que construya su anaquel privado en lo más alto de la biblioteca, desde donde sus libros podrán, algún día, volver a iluminar el mundo."
Y para finalizar una aportación personal, que no aparece en la cartelera, es un extracto de la entrevista realizada a Alberto Manguel por María Luisa Blanco publicada en El País.
"¿La lectura queda finalmente como un acto de rebeldía? "Siempre lo ha sido. Primero porque se valora la acción y no la inacción y porque conduce a la reflexión, y eso siempre es peligroso. Y porque a través de la lectura empezamos a conocer quienes somos. En el futuro, leer será no sólo un acto de rebeldía, sino también un acto de supervivencia. Si como lectores nos resignamos a que nos impidan leer la buena literatura nos vamos a condenar a ser menos humanos. Es un riesgo que, por supuesto, no podemos correr. Ya estamos al borde de la catástrofe porque hemos destruido el mundo natural y ahora estamos haciendo todo lo posible para destruir el mundo intelectual. Hay que actuar ahora. Pero ahora quiere decir hoy". El lema que preside la biblioteca de Le Presbytère es "Lee lo que quieras", porque Alberto Manguel no cree que el amor a los libros se pueda enseñar: "El amor por la lectura es algo que se aprende pero no se enseña. De la misma forma que nadie puede obligarnos a enamorarnos, nadie puede obligarnos a amar un libro. Son cosas que ocurren por razones misteriosas, pero de lo que sí estoy convencido es que a cada uno de nosotros hay un libro que nos espera. En algún lugar de la biblioteca hay una página que ha sido escrita para nosotros".

1 comentario:

Alberto Abad dijo...

Gracias Jose y Juanjo. El trabajo en el Instituto puede ser algo más que el pastoreo y escuchar quejas de unos y otros.